Dos retos de la comunicación política: posverdad y demagogia

La comunicación política abarca varios tipos de comunicación, a saber, la comunicación electoral, gubernamental, de riesgo y de crisis. Si bien, las cuatro pueden coincidir dentro de los sistemas políticos democráticos, cumplen distintas funciones.

De manera muy escueta, la electoral es acotada en el tiempo y se configura en torno a la búsqueda del poder. La gubernamental tiene por fin, legitimar la gestión pública en el mediano y largo plazo. La de riesgo busca modificar hábitos o conductas amparándose en la idea del miedo. Y, finalmente, la de crisis, tiene el objetivo principal de aportar certidumbre en momentos de alta agitación política.

Sobre estos tipos se analizarán los conceptos de posverdad y demagogia en el presente artículo.

Posverdad

Hoy más que nunca dependemos de la información y por esta razón es imperativo contar con marcos de referencia legítimos que nos permitan validar las razones objetivas de esos hechos que dan curso a la realidad.

La posverdad transita justamente por la vía contraria. Dentro de ella todo es imaginable; las razones alternativas están a la orden del día y tantas serán las fuentes de información como intuición o ingenio exista. Por ello, uno de los mayores riesgos –a nivel político- de exponerse a ésta, es el de permitir que los juicios subjetivos moldeen la opinión pública apelando a las pasiones y dejando de lado la sensatez de los debates y el discernimiento.

La posverdad así:

  • Afirma falsedades, a pesar de las evidencias que pudieran mostrar lo opuesto.
  • Esconde la debilidad de un argumento con metáforas para distraer el juicio.
  • Apela a las emociones para generar movilización.
  • Se defiende recurriendo a la conspiración, el otro es un enemigo y como tal, carece de razón.
  • Permite escalar el rumor y la falsedad en los medios masivos de comunicación.
  • Banaliza contenidos presentando al mismo nivel los análisis informados y los rumores o afirmaciones grandilocuentes.

Por lo tanto, no es un asunto menor el que los gobiernos se vean enfrentados a un fenómeno que, además de poner en jaque la consolidación de un proyecto político consistente, a casusa de la proliferación de versiones de una misma realidad; empobrezca la relaciones intergubernamentales en un contexto de interdependencia global en el que los usos de la información confiable inciden en las dinámicas de asociación y toma de decisiones estratégicas.

Demagogia

En tanto, el reto de la demagogia debe entenderse como una suerte de disputa entre las emociones y los afectos frente a la discusión por las ideas y los argumentos en la arena política. La diferencia entre ésta y la posverdad es que la primera gira en torno a la información. La demagogia en tanto se centra mayormente en la manipulación de los discursos gubernamentales. 

Así, el demagogo resulta ser un adulador que moviliza emociones y se aprovecha de la retórica para instalar sus versiones de la realidad. Asimismo, se basa en la idea del pueblo como un todo homogéneo que se configura por oposición a un enemigo político que amenaza los valores de la unidad.

Manuel Arias Maldonado ha denominado a este fenómeno La democracia sentimental.

“Asistimos a la reaparición de viejos fantasmas políticos: el nacionalismo, la xenofobia, el populismo… Se trata de movimientos de introversión agresiva caracterizados por la búsqueda de un chivo expiatorio y por el predominio de las emociones sobre la razón. El resultado: una amalgama de pasiones muy distinta de la esfera pública sosegada que los ilustrados soñaron como fundamento para nuestras democracias representativas”

Justamente, una de las características de la demagogia es que busca generar consensos fáciles e inmediatos. Los filósofos clásicos decían que los demagogos se aprovechaban de la ignorancia del demos, de su infantilismo o minoría de edad y que por tanto, solo los ilustrados debían gobernar.

¡Nos falta más ciencia política!

Referencias:

Sandra Angarita es Politóloga por la Universidad de Antioquia y candidata a maestra en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Además, es experta en Comunicación Política y Gestión de Crisis.